Mis noches eran negras
y mis días eternos
en los que me asfixiaba
con el mero pensamiento
de estar sola en el universo,
pero sin saberlo,
sin pensarlo,
sin tener nada claro
atisbé un rayo de luz en el firmamento
y pasó rápido, veloz, como una centella
iluminando una parte de mi vida
que creí ya muerta
ya vacía
ya eterea
Mientras vosotros me prometíais
que no volvería a estar solo
jamás en la vida,
yo me quedé hipnotizado
por la estela que dejaba
la estrella que sin duda
más bella me regalabas
Pero su brillo se fue apagando
lento
poco a poco
sin prisas o apremios
mientras yo seguía clavando la mirada
en el hueco negro
que dejó tras morir
el bello lucero
que parecía eterno
perfecto
delicado
hermoso
inacabable
perdurable
permanente
imborrable
pero que como todo lo hermoso
no duró más que el instante
en que cegó mis ojos
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